Ayer fui a almorzar con Pablo en un sitio que queda en el C.C. Cada. Cuando terminamos de comer, decidí pasar por el automercado a ver si por casualidad habían algunas cosas que necesitaba.
Ya por ahí, vamos mal. Uno no va al automercado a hacer las compras de la semana o el mes, sino "a ver si por casualidad encuentro lo que necesito".
Voy y consigo azúcar (increíble), harina leudante (no puede ser), y veo margarina en varios carritos, pero en ningún anaquel. Pregunto, y me dicen primero que no hay, que ya se acabó. Igual sigo buscando, vuelvo a preguntar, y me dicen que había un carrito puesto en la entrada con margarina Mavesa. Camino hasta la entrada: no hay. Solo carritos puestos con azúcar, y con leche en polvo La Campesina; productos que por demás, la gente de ese automercado ni se molesta en colocar en los anaqueles, porque saben que no van a durar ni un día.
Mientras reviso los carritos de la entrada, lugar en donde se colocan esos productos escasos, 3 empleadas del lugar con un pote de margarina en las manos dicen: "¿Quién quiere esta margarina? Es la última que queda". Yo, con una emoción que nadie debería tener que sentir por un pote de margarina, brinco, salto, subo las manos y digo: "¡Yo, yo la quiero por favor!" (nótese que estoy pidiendo por favor una margarina que voy a pagar). Me ven, me ignoran, y a una señora que está pasando por ahí, le dicen: "¿Quiere esta margarina, señora?", y yo continúo: "No, porfa, yo la necesito", y la señora, ni corta ni perezosa, sin decir nada, asiente, se acerca y se lleva la margarina. Para cerrar esta situación con broche de oro, una de las 3 mujeres del Cada dice en voz bien alta, no sé con qué intención: "Claro, cuando uno quiere algo tiene que decirlo. Nosotras no estamos aquí de adorno".
Decido no arrecharme, a pesar de la deliberada discriminación y lo insólito de la situación, y me voy a hacer mi cola con mi azúcar y mi harina bajo el brazo. Total, al menos conseguí eso. Delante y detrás de mí, las personas tienen margarinas: El de adelante lleva 2 potes de los normales, la de atrás lleva 4 potes de los grandes. Pienso: "Coye, ¿nadie me podrá dar uno?". Se lo comento a Pablo, que me está acompañando, como quien no quiere la cosa a ver si alguien se apiada de mí y dice: "Toma niña, llévate esta, que yo agarré varias", pero no sucede.
Resignada, pago todo, y cuando estoy a punto de irme, no sé qué sucede. No sé si es que a la gente del automercado le da por limitar el número de margarinas por persona (sí, esto es algo normal en el Klasse y en el Excelsior: 1 kilo por persona), o si la señora de la caja de al lado dejó una, pero de repente me dicen: "Niña, ¿quiere esta margarina?", y yo, otra vez con emoción (coño, estoy sintiendo emoción por una margarina, ¿qué coño pasa?), digo: "Sí, gracias, qué bueno, gracias, ¡yaaay!" (agradezco el gesto y la margarina). Pago otra vez, y me voy.
Con mi botín asegurado en bolsitas blancas semitransparentes, comienzo a caminar y unas muchachas que nos pasan por al lado dicen, con clarísima emoción y sorpresa: "¡¡Mira, consiguieron margarina y azúcar!!", y se apuran como para ir al automercado, a ver si tienen la misma suerte.
Hasta ese momento, solo estaba parcialmente consciente de lo terrible de la situación. Cuando escuché a las chamas, fue cuando terminé de decir lo que venía pensando: ¿QUÉ PASA? ¿EN DÓNDE COÑO ESTAMOS VIVIENDO?
Y es así, y uno no puede hacer nada. Se compra lo que se consigue, no lo que se necesita (y ésta es solo UNA de las cosas que están pasando en el país).
Ya por ahí, vamos mal. Uno no va al automercado a hacer las compras de la semana o el mes, sino "a ver si por casualidad encuentro lo que necesito".
Voy y consigo azúcar (increíble), harina leudante (no puede ser), y veo margarina en varios carritos, pero en ningún anaquel. Pregunto, y me dicen primero que no hay, que ya se acabó. Igual sigo buscando, vuelvo a preguntar, y me dicen que había un carrito puesto en la entrada con margarina Mavesa. Camino hasta la entrada: no hay. Solo carritos puestos con azúcar, y con leche en polvo La Campesina; productos que por demás, la gente de ese automercado ni se molesta en colocar en los anaqueles, porque saben que no van a durar ni un día.
Mientras reviso los carritos de la entrada, lugar en donde se colocan esos productos escasos, 3 empleadas del lugar con un pote de margarina en las manos dicen: "¿Quién quiere esta margarina? Es la última que queda". Yo, con una emoción que nadie debería tener que sentir por un pote de margarina, brinco, salto, subo las manos y digo: "¡Yo, yo la quiero por favor!" (nótese que estoy pidiendo por favor una margarina que voy a pagar). Me ven, me ignoran, y a una señora que está pasando por ahí, le dicen: "¿Quiere esta margarina, señora?", y yo continúo: "No, porfa, yo la necesito", y la señora, ni corta ni perezosa, sin decir nada, asiente, se acerca y se lleva la margarina. Para cerrar esta situación con broche de oro, una de las 3 mujeres del Cada dice en voz bien alta, no sé con qué intención: "Claro, cuando uno quiere algo tiene que decirlo. Nosotras no estamos aquí de adorno".
Decido no arrecharme, a pesar de la deliberada discriminación y lo insólito de la situación, y me voy a hacer mi cola con mi azúcar y mi harina bajo el brazo. Total, al menos conseguí eso. Delante y detrás de mí, las personas tienen margarinas: El de adelante lleva 2 potes de los normales, la de atrás lleva 4 potes de los grandes. Pienso: "Coye, ¿nadie me podrá dar uno?". Se lo comento a Pablo, que me está acompañando, como quien no quiere la cosa a ver si alguien se apiada de mí y dice: "Toma niña, llévate esta, que yo agarré varias", pero no sucede.
Resignada, pago todo, y cuando estoy a punto de irme, no sé qué sucede. No sé si es que a la gente del automercado le da por limitar el número de margarinas por persona (sí, esto es algo normal en el Klasse y en el Excelsior: 1 kilo por persona), o si la señora de la caja de al lado dejó una, pero de repente me dicen: "Niña, ¿quiere esta margarina?", y yo, otra vez con emoción (coño, estoy sintiendo emoción por una margarina, ¿qué coño pasa?), digo: "Sí, gracias, qué bueno, gracias, ¡yaaay!" (agradezco el gesto y la margarina). Pago otra vez, y me voy.
Con mi botín asegurado en bolsitas blancas semitransparentes, comienzo a caminar y unas muchachas que nos pasan por al lado dicen, con clarísima emoción y sorpresa: "¡¡Mira, consiguieron margarina y azúcar!!", y se apuran como para ir al automercado, a ver si tienen la misma suerte.
Hasta ese momento, solo estaba parcialmente consciente de lo terrible de la situación. Cuando escuché a las chamas, fue cuando terminé de decir lo que venía pensando: ¿QUÉ PASA? ¿EN DÓNDE COÑO ESTAMOS VIVIENDO?
Y es así, y uno no puede hacer nada. Se compra lo que se consigue, no lo que se necesita (y ésta es solo UNA de las cosas que están pasando en el país).
Te preguntas ¿Donde estas viviendo?. Yo te lo digo. Estas viviendo en uno de los países mas ricos en recursos naturales de toda sur América.
ResponderEliminarY también te preguntas ¿Que puedo hacer?. Ahora ya, nada. Pero si quieres vivir con cierta calidad de vida, tenéis que ir pensando en salir de ese país tan rico.
Es una pena lo que estoy diciendo ya que soy nacido en ese país tan rico.
Es como un gran cáncer que se lo va comiendo todo.
Vete, vete, vete, vente yaaaaa. Y tráete a La Mopa también :(
ResponderEliminarPues sí, ahí veremos cómo vamos haciendo
ResponderEliminarMaldita sea.
ResponderEliminarSí
ResponderEliminarQué tristeza, Julia.
ResponderEliminarSi algo "bueno" se le puede sacar a lo que cuentas es que estas consciente de que eso no es normal.
Ni un poquito normal. Uno no debería por qué tener que pasar por estas cosas. Se supone que uno confía en un gobierno para que ayude a que las cosas funcionen, no para que las obstruya. Pero así es que estamos
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