Ese día me estrené 2 cosas: las medias grises, negras y verdes de leopardo, y mi shorts grises. Te quería ver. Estuve todo el día queriendo verte, para que me vieras las piernas de leopardo como hicieron todos ese día y, en vez de verme raro como hicieron todos ese día, me dijeras grrr.
Desde hacía una semana me había querido poner esa ropa, pero me esperé hasta ese día porque quería sentirme especial. Lo que no pude fue esperarme para estrenarme la chaqueta morada, ¿sabes? La cortita que me encanta, la que me compré en Barcelona. Esa sí me la estrené casi que al día siguiente; pero guardé las medias para una oportunidad especial.
En fin, llegué a la oficina y tuve suerte, porque justo tocó arreglarle algo a mi computadora y Jorge, el muchacho que viene y arregla todo aquí, tardó toda la mañana... Tiempo suficiente para terminarte de hacer la tarjeta que te tenía pensada desde ayer. Y quedó finísima, be-lla. Claro, me tardé como mil años, pero valió la pena.
A veces pienso que ya estamos grandes como para estarnos regalando manualidades, pero bueno; luego pienso que la gente que piensa así es aburrida, y sigo dibujando, fabricando, haciendo... Y lo chévere es que yo hago todas esas tonterías y a ti te encantan. Las guardas. Me dices que las tienes todas en una caja, o más bien ya en varias cajas porque no caben todas en una sola.
Una cajita llena de declaraciones de amor, papelitos perdidos con notitas, envoltorios de pitillos con corazoncitos pintados, entradas de cine con dibujitos y estrellitas de aluminio hechas con papel de bombón Bacci.
Es como una caja de cuentos. Me la imagino así como una lata con dibujos antiguos, como de un carrusel y una tienda de circo, y flores en el borde. Y tu eres el forzudo, y yo la bailarina, y yo te enseño a bailar y tú a mí a ser más fuerte.
Y pienso que a veces quisiera vivir dentro de esa caja. Sólo vivir de recuerdos lindos, y hacer más de esos, sin tener que caer nunca en la rutina del trabajo, y todas esas cosas que uno tiene que hacer, porque no hay manera de escapar de la rutina de la adultez.
Lunes: trabajo, clase de pilates. Martes: Trabajo, y a la casa. Miércoles: Trabajo, y cualquier cosita. Jueves: Trabajo, y pilates otra vez. Viernes: Trabajo, y a ver qué nos inventamos. Sábado: Francés en la mañana, almuerzo juntos, y cualquier invento divertido. Domingo: No hay rutina, pero hay cansancio de toda la semana.
Lo bueno es que siempre que puedo te veo, y así sea los mismos días a la misma hora, es lo único que no se siente como rutina, sino como algo relax y natural. ¿Bonito, no? Eres mi escape de la rutina, y eres mi rutina preferida. Contradictorio como toda yo.
Contradictorio como ese día. Rutina de trabajo, y día fuera de lo normal. Me viniste a buscar a mi trabajo y te gustaron mis medias de leopardo (yes!). Fuimos a cenar.
Intenté cuadrar con tus amigos y hacerte algún tipo de sorpresa, pero no hubo mucho quórum, porque cada quien tiene su vida y sus cosas que hacer. Así que al final pensé: Bah, seré yo suficiente. Fuimos y te brindé una cenita en un restaurant al que nunca habíamos ido, y cuando te paraste al baño, pedí un postre con velita; y cuando lo viste, sonreíste bonito. Por lo menos con eso te sorprendí :) Y ya, no hicimos mucho más ese día, pero la pasamos bien, como siempre.
Sí, ésa es la clave: que siempre la pasamos bien. Tan relajado todo, tan... Tú, tan yo.
Total que no sé qué es lo que quería decirte al final y terminé escribiendo una carta de amor, cuando lo que quería era echar un cuento.
Bueh, no importa; me imagino que eso es lo que pasa. Que al final del día, nuestro cuento simplemente debe estar lleno de amor.
Desde hacía una semana me había querido poner esa ropa, pero me esperé hasta ese día porque quería sentirme especial. Lo que no pude fue esperarme para estrenarme la chaqueta morada, ¿sabes? La cortita que me encanta, la que me compré en Barcelona. Esa sí me la estrené casi que al día siguiente; pero guardé las medias para una oportunidad especial.
En fin, llegué a la oficina y tuve suerte, porque justo tocó arreglarle algo a mi computadora y Jorge, el muchacho que viene y arregla todo aquí, tardó toda la mañana... Tiempo suficiente para terminarte de hacer la tarjeta que te tenía pensada desde ayer. Y quedó finísima, be-lla. Claro, me tardé como mil años, pero valió la pena.
A veces pienso que ya estamos grandes como para estarnos regalando manualidades, pero bueno; luego pienso que la gente que piensa así es aburrida, y sigo dibujando, fabricando, haciendo... Y lo chévere es que yo hago todas esas tonterías y a ti te encantan. Las guardas. Me dices que las tienes todas en una caja, o más bien ya en varias cajas porque no caben todas en una sola.
Una cajita llena de declaraciones de amor, papelitos perdidos con notitas, envoltorios de pitillos con corazoncitos pintados, entradas de cine con dibujitos y estrellitas de aluminio hechas con papel de bombón Bacci.
Es como una caja de cuentos. Me la imagino así como una lata con dibujos antiguos, como de un carrusel y una tienda de circo, y flores en el borde. Y tu eres el forzudo, y yo la bailarina, y yo te enseño a bailar y tú a mí a ser más fuerte.
Y pienso que a veces quisiera vivir dentro de esa caja. Sólo vivir de recuerdos lindos, y hacer más de esos, sin tener que caer nunca en la rutina del trabajo, y todas esas cosas que uno tiene que hacer, porque no hay manera de escapar de la rutina de la adultez.
Lunes: trabajo, clase de pilates. Martes: Trabajo, y a la casa. Miércoles: Trabajo, y cualquier cosita. Jueves: Trabajo, y pilates otra vez. Viernes: Trabajo, y a ver qué nos inventamos. Sábado: Francés en la mañana, almuerzo juntos, y cualquier invento divertido. Domingo: No hay rutina, pero hay cansancio de toda la semana.
Lo bueno es que siempre que puedo te veo, y así sea los mismos días a la misma hora, es lo único que no se siente como rutina, sino como algo relax y natural. ¿Bonito, no? Eres mi escape de la rutina, y eres mi rutina preferida. Contradictorio como toda yo.
Contradictorio como ese día. Rutina de trabajo, y día fuera de lo normal. Me viniste a buscar a mi trabajo y te gustaron mis medias de leopardo (yes!). Fuimos a cenar.
Intenté cuadrar con tus amigos y hacerte algún tipo de sorpresa, pero no hubo mucho quórum, porque cada quien tiene su vida y sus cosas que hacer. Así que al final pensé: Bah, seré yo suficiente. Fuimos y te brindé una cenita en un restaurant al que nunca habíamos ido, y cuando te paraste al baño, pedí un postre con velita; y cuando lo viste, sonreíste bonito. Por lo menos con eso te sorprendí :) Y ya, no hicimos mucho más ese día, pero la pasamos bien, como siempre.
Sí, ésa es la clave: que siempre la pasamos bien. Tan relajado todo, tan... Tú, tan yo.
Total que no sé qué es lo que quería decirte al final y terminé escribiendo una carta de amor, cuando lo que quería era echar un cuento.
Bueh, no importa; me imagino que eso es lo que pasa. Que al final del día, nuestro cuento simplemente debe estar lleno de amor.
Es la declaración de AMOR mas dulce y bella que jamas he leido y creo que leeré. Y orgulloso por saber a quien va dirigida.
ResponderEliminar¡Que bonito escribes y que envidia me das! envidia sana.
Me gusto un monton.
Qué bonito, gracias :)
ResponderEliminary cómo va a hacer para guardar esto en una cajita??
ResponderEliminartienes que imprimirla y dársela autografiada ;)
Jajajaja, tienes razón, jajajaj, tan linda Virginia :D
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