Cuando era chiquita jugaba un juego llamado "En guardia" con mi prima Andrea.
Consistía en pararse en los dos extremos de pasillo de la casa de mi abuela Isabel, y correr gritando: "¡Eeeeeeeeeeen guardiaaa!" hasta colisionar barriga con barriga.
Generalmente, las dos terminábamos de nalgas en el piso, pero muertas de la risa.
Me encantaba; era finísimo.
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